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Blogs del periódico El Tiempo - Julio 12 de 2007
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"La realidad, en verdad, es más extraña que la ficción" (Aforismo popular) |
En todo caso, este mito es muy tranquilizante. Si fuera cierto, no tendríamos el sombrío panorama del fin de nuestra existencia. Si existiera, esta vida sería sólo un tránsito temporal; un intermedio entre la inexistencia y la verdadera vida eterna: algo secundario. Si no existiera, esta sería nuestra única oportunidad de vivir y ser felices. La actitud ante la vida es radicalmente diferente dependiendo de qué postura se asuma.
¿Existe el alma? ¿Hay forma de refutarla? Los creyentes, excusándose en su hipotética inmaterialidad dirán que ningún experimento científico puede dilucidarlo. Al contrario, los racionalistas ven que dicho concepto propone una dicotomía de modelos conceptuales sobre la existencia. La primera opción postula que la esencia de la persona no es material sino espiritual, que nuestra mente es el resultado de la actividad del alma inmortal y eterna. La segunda postula lo contrario: nuestra mente sería el resultado de la actividad del cerebro. Si el modelo religioso fuera cierto, la conciencia, la voluntad, la inteligencia, y los sentimientos estarían basados en un ser inmaterial e indivisible, que sólo utilizaría el cuerpo como vehículo temporal y como medio de comunicación. Las averías del vehículo no podrían generar averías en el alma; a lo sumo podrían privarla de información pero no alterarían su autoconciencia, su esencia y sobre todo, su UNICIDAD. ¿Hay forma de contrastar estas predicciones? Ignorando los incontables ejemplos obstétricos tratados previamente, las neurociencias han aportado información de sobra para decidir cuál modelo es correcto.
Después de más de un siglo de neurología clínica y psiquiatría, hoy día sabemos que la base del pensamiento es el cerebro. Esto ha quedado patente en las antiguas cirugías a cráneo abierto con el paciente consciente (1), y hoy día con modernas técnicas de imágenes diagnósticas no invasivas como la tomografía por emisión de positrones o la resonancia magnética funcional, es posible ver el patrón de actividad del cerebro (2), y se sabe qué zonas del cerebro se activan para diversas funciones. Entre muchos otros descubrimientos, se ha encontrado la lateralización cerebral: cada lado del cerebro cumple funciones específicas y diferentes entre sí: esto ha sido evidente en pacientes a los que por algún motivo grave se les ha tenido que extraer medio cerebro (3).
El hemisferio cerebral izquierdo es analítico, racional, lógico; el hemisferio derecho es globalizante, intuitivo, holístico. El izquierdo encuentra la mancha negra en la pared blanca y el derecho nos permite ver el bosque a pesar de los árboles. El izquierdo procesa el lenguaje (en el área de Broca) y el derecho procesa la percepción espacial; el izquierdo es obstinado y el derecho abierto a cambios; en los lóbulos occipitales del cerebro se encuentra la corteza visual primaria, de tal forma que el hemisferio izquierdo del cerebro procesa la mitad derecha del campo visual de los dos ojos y viceversa. Sabemos que los lóbulos frontales tienen importantes funciones de planificación a futuro, los lóbulos temporales sirven en el reconocimiento de patrones (entre ellos rostros), y en particular, el hipocampo, es indispensable para formar nuevos recuerdos.
También se ha descubierto que daños puntuales en alguna zona particular del cerebro destruyen funciones mentales específicas de la persona. Por ejemplo, una apoplejía en el hemisferio cerebral derecho, aparte de paralizar el lado izquierdo del cuerpo, a veces puede generar heminegligencia: un trastorno en el cual el paciente deja de prestar atención a su lado izquierdo del universo: estos pacientes dejan totalmente descuidado medio lado de su cuerpo, comen la mitad del plato, o se maquillan la mitad del rostro, al cruzar una calle no son conscientes del tránsito por un lado de ella; en palabras simples, para ellos medio universo no importa. En casos extremos puede darse anosognosia, que es una negación de la parálisis a pesar de ser evidente. Un paciente con anosognosia puede llegar a extremos de confabulación tales que cuando se le pide que aplauda, puede decir que lo está haciendo y que oye las palmadas, a pesar de sólo estar aleteando con su mano derecha mientras su brazo izquierdo cuelga inerte (4).
Un daño en el lóbulo temporal del cerebro puede incapacitar a las personas para reconocer rostros. Pueden ver, analizar figuras, moverse en el espacio, pero quedan incapacitados para reconocer rostros y reacciones faciales. Este trastorno, conocido como prosopagnosia fue inmortalizado en el libro de Oliver Sacks "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero"(5). Por otra parte, una persona que sufra una lesión en el lóbulo parietal del cerebro puede terminar con la comprensión y percepción espacial deteriorada hasta el punto de no ser capaz de dirigir su vista adecuadamente. No obstante, podrá reconocer rostros, si caen en el centro de su campo visual.
Uno de los peores daños que puede sufrir el cerebro son las lesiones en el hipocampo. Cuando esto ocurre, se puede generar amnesia anterógrada, que imposibilita la creación de nuevos recuerdos. Para efectos prácticos, estas personas quedan congeladas para siempre en el instante en que recibieron la lesión. Al paciente clásico de la literatura, Henry M., nacido en Hartford, Connecticut en 1926, aún vivo, al presentarle una persona, puede conversar amablemente durante minutos de forma aparentemente normal, pero al desviar su atención de ella, después será incapaz de reconocerla. No recordará absolutamente nada de la conversación ni de la persona a los pocos segundos de haberla dejado de mirar. Alguien con este tipo de amnesia puede leer eternamente el mismo periódico todos los días, y todos los días será una novedad. Se le puede contar un chiste mil veces y las mil veces reirá a carcajadas como si lo hubiera escuchado por primera vez. Henry M. es incapaz de formar nuevas amistades; para él, Harry Truman es el presidente actual de los Estados Unidos, y cuando se le pregunta su edad, dice que es alrededor de 30 años (la que tenía al momento de la operación que le generó la amnesia) y por ello, cada vez que se mira al espejo, queda profundamente impactado por el anciano que ve en su reflejo.
Que daños específicos en el cerebro generen daños específicos en la persona, muestra que no es una mítica alma lo que nos dota de pensamiento, sentimientos y voluntad, porque si así fuera, ningún daño en el cerebro podría causar daños localizados en estas funciones. A lo sumo, se podría deteriorar el control del alma sobre el cuerpo, pero la consciencia inmortal e indivisible, la chispa divina en el hombre, no podría verse afectada por lo que sufriera el intercomunicador biológico. El caso conmovedor de Henry M., congelado eternamente en el mismo instante, con incapacidad perpetua para recordar nuevos datos por la extracción de sus hipocampos cerebrales, muestra cuán insultante es el concepto de alma inmortal para explicar la mente.
Hay otros aspectos teológicos interesantes que ha descubierto la neurología. En particular, se ha establecido que ataques de epilepsia del lóbulo temporal del cerebro pueden generar alucinaciones, oír voces, experimentar ceguera temporal, tener sensaciones numinosas y todo tipo de manifestaciones religiosas. Más aún, al estimular eléctricamente estas zonas de la corteza cerebral, los pacientes terminan describiendo experiencias místicas prácticamente indistinguibles de las que se encuentran en las descripciones de los visionarios, profetas y santones orientales. Hoy día, los neurólogos que no reprimen su racionalidad con míticos de infancia, reconocen abiertamente los testimonios de conversión de Saulo de Tarso en Hechos de los Apóstoles (al quitarles sus leyendas tardías) concuerdan a la perfección con un ataque de epilepsia del lóbulo temporal.
Pero el impacto de la neurología sobre la teología no para aquí. Tal vez el aspecto más maravilloso y que establece fuera de toda duda cuál es la base de la persona, viene de una cirugía contra la epilepsia que se realizaba a mediados del siglo XX: “la callotomía cerebral”. Se cercenaba el haz de fibras que une los hemisferios (el cuerpo calloso) para evitar que los impulsos sinápticos de la epilepsia pasaran de un hemisferio al otro. Tras la operación, los pacientes parecían comportarse normalmente pero al examinarlos en detalle se encontró que los hemisferios quedaban aislados entre sí.
En una prueba clásica, se le mostraba al paciente una figura en el campo visual izquierdo (que es examinado por el hemisferio derecho) y no se le presentaba nada al campo visual derecho (examinado por el hemisferio izquierdo). Al preguntársele qué había visto, respondía que nada (el habla es controlada por el área de Broca en el hemisferio izquierdo) pero al entregarle un lápiz a la mano izquierda (controlada por el hemisferio derecho) y pedírsele que dibujara lo que vio, invariablemente dibujaba la figura presentada. El hemisferio izquierdo ignoraba lo que sabía el derecho y viceversa.
El fenómeno es tan asombroso, que el mismo paciente (su hemisferio izquierdo) expresaba verbalmente su asombro al ver el dibujo realizado, después de haber dicho que no había visto nada. En palabras simples, la callotomía cerebral dividía mentalmente al paciente en dos personas independientes e inconexas. Aunque suene cruel, el paciente podría jugar al juego de las veinte preguntas él solo: el hemisferio izquierdo podría pedir en voz alta al hemisferio derecho que piense en un objeto y luego comenzar a hacerle preguntas; éste a su vez podría dar golpecitos con la mano izquierda en el lado derecho del cuerpo (uno para "sí", dos para "no") para responderle al hemisferio izquierdo.
Este es el golpe de gracia al concepto de "alma". Si el alma fuera la sede de la conciencia, y el cerebro sólo un mecanismo de comunicación, la integración de información debería darse en el alma inmortal e indivisible. No importaría que no hubiera puente entre los hemisferios: el alma sería el puente entre ellos, ya que la consciencia y el pensamiento -la integración de la persona- se darían en ella. El que la callotomía genere dos personas distintas con aspectos mentales complementarios y pensamientos aislados es la demostración científica de que el alma no es más que un embeleco metafísico inútil e inexistente.
Pero los golpes a la teología no acaban: se ha descubierto que con el tiempo, el hemisferio cerebral derecho de los pacientes con callotomía termina aprendiendo algunas nociones básicas de lectura que permiten hacerle preguntas simples tipo SÍ/NO/NO SÉ. Para preguntas como "¿Estamos en Estados Unidos?", "¿Su nombre es Michael?", "¿Su sexo es masculino?", se obtenían respuestas correctas e idénticas de ambos hemisferios, pero Vilayanur Ramachandran (6) reportó un resultado impactante: al preguntarle al hemisferio derecho (el artista, el creativo, el fantasioso, el irracional) si creía en Dios, respondía "sí". Al hacerle la misma pregunta al hemisferio cerebral izquierdo (el analítico, el racional, el matemático, el lógico, el científico), la respuesta era asombrosa: NO.
Este es el golpe más contundente para las nociones religiosas ingenuas que creen que somos personas por un alma de fantasía única e indivisible que alguna divinidad mítica infunde en el cuerpo. Los pacientes con callotomía cerebral demuestran que un tajo en un manojo de nervios puede dividir a una persona tan abruptamente que media de ella queda creyente, y la otra media, atea. Ramachandran señala humorísticamente el problema teológico que esto engendra: al morir el paciente, ¿un hemisferio se va al infierno y otro al cielo? La pregunta, que pondrá a cavilar a cualquier creyente, muestra el absurdo del animismo y el espiritualismo desde el punto de vista científico.
Como si no bastara, un último golpe a la explicación espiritualista de la persona humana viene del campo de la neurocomputación y las redes neuronales artificiales. Si el dogma espiritualista fuera cierto, para que hubiera procesos equiparables a los mentales, se requeriría un alma. Ningún artilugio electrónico inanimado podría llegar a recordar, reconocer patrones, imitar fenómenos, o aprender. Por el contrario, si la teoría materialista de la conciencia fuera correcta, sería concebible imitar la arquitectura del cerebro para fabricar máquinas que exhibieran procesamiento cerebral análogo al de los seres vivos.
¿Cuál ha sido el resultado? La neurocomputación, inspirada en la arquitectura neuronal de los cerebros, ha diseñado redes neuronales artificiales, basadas en microelectrónica, que exhiben las mismas propiedades de las redes neuronales de cerebros biológicos. Estos circuitos "sin alma" pueden APRENDER a reconocer patrones (como detectar visualmente células cancerosas con más eficiencia que un oncólogo), a imitar otro fenómeno físico (como modelar automáticamente un proceso industrial para hacer control sobre él), a auto-organizarse y reconocer patrones ocultos en datos aparentemente aleatorios (mapas autoorganizantes que discriminan elementos de un contexto sin entrenamiento previo), etc. El hecho de que los sistemas neuronales artificiales exhiban los mismos atributos de sus contrapartes biológicas demuestra que éstos no se deben a un alma inmortal e inmaterial, sino que son el resultado del funcionamiento del sistema de cómputo neuronal.
La irrelevancia del alma ha sido expuesta por todos los campos posibles del conocimiento científico. Sólo la ignorancia de estos últimos avances humanos y el pavor a la muerte, hacen que buena parte de la humanidad recurra a estas creencias infantiles tranquilizantes. No somos un alma encarnada en un cuerpo. Las personas no somos más que la actividad de nuestro cerebro. Esto lo vive dolorosamente cualquier persona que tenga un pariente con Alzheimer: minúsculos daños vasculares que van acabando el cerebro, a la vez van destruyendo funciones mentales específicas; la persona amada se va diluyendo gradualmente como una pintura en acuarela sumergida en un balde de agua. Cuando se destruye el cerebro, se destruye la vida intelectiva y por tanto, la persona. Sin cerebro, no hay persona. Repitiendo la frase de Héctor Abad Faciolince, el alma no sólo no es inmortal, sino que es más mortal que el cuerpo.
Notas
[1]. Se encuentra una actividad divertida y didáctica que enseña cómo se mapeó la corteza motora del cerebro, en el enlace:
http://www.pbs.org/wgbh/aso/tryit/brain/
[2]. Se puede encontrar un artículo sobre los modernos métodos de visualización de la actividad cerebral en tiempo real, en:
http://www.psc.edu/science/goddard.html
[3]. Por increíble que parezca, un ser humano puede sobrevivir si pierde uno de los dos hemisferios cerebrales, pero las consecuencias para su personalidad son enormes.
[4]. Este y la mayoría de los casos que se mencionan en este artículo se pueden consultar en el libro "Fantasmas en el cerebro" de V. S. Ramachandran y Sandra Blakeslee, y en "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", de Oliver Sacks, el doctor real que inspiró la película "Despertares", protagonizada por Robin Williams.
[5]. La siguiente página ilustra cómo es vivir sin el módulo cerebral para detección de rostros; la autora misma sufre de prosopagnosia:
http://www.prosopagnosia.com/main/stones/index.asp
[6]. Se puede encontrar el vídeo de la conferencia de Ramachandran para Beyond Belief 2006, en la cuarta sesión de noviembre 5, 2006 en:
http://beyondbelief2006.org/watch/