Muchos de sus críticos, creyeron que con esta expresión el autor se refería a que los sucesos extraordinarios, digamos “históricos” que componen la memoria colectiva del mundo, dejarían de ocurrir. Tal vez veían en Fukuyama a un ingenuo norteamericano que creía en la eterna tranquilidad y la convivencia pacífica de los pueblos con el triunfo del capitalismo. Cuán equivocados estaban.
La propuesta de Fukuyama fue ampliada posteriormente en el libro “El fin de la historia y el último hombre”, en que hace un recuento del planteamiento Hegeliano del fin de la historia como proceso que tiene su culmen en la realización de las libertades individuales y el reconocimiento mutuo de todos los hombres.