Publicado en:
Blogs del periódico El Tiempo - Diciembre 13 de 2007
Tal vez lo más delirante de los cuerpos doctrinales de las facciones cristianas modernas es la explicación del mal en el mundo. Ante las premisas de un dios absolutamente todopoderoso, omnisciente, y perfectamente amoroso con la humanidad, y asumiendo que la realidad nos da muestra de la racionalidad y la capacidad de crear un Cosmos regido matemática y lógicamente, justo como lo haría un Gran Geómetra que pensara racionalmente, la historia cristiana de la "revelación y salvación" termina siendo la más cantinflesca entre las disculpas patéticas.
La solución de este Dios amoroso hacia la humanidad, consistió en dejar que estos demonios fueran a su Creación, tentaran a la primera pareja y se quedaran allí durante toda la historia causando males a granel sin que él moviera un dedo para intervenir.
Por supuesto, el Dios que creó a la primera pareja sin idea de que desobedecer era malo, los castigó por desobedecer. De paso, maldijo a toda la humanidad con cierto "pecado original" que nos causa la muerte.
Esas fueron las primeras acciones inteligentes y amorosas del creador hacia la raza humana: crearlos éticamente estúpidos, dejar que una hueste de vívoras demoníacas tentadoras los hicieran desobedecer, y luego por no haber sido capaces éticamente de rehusarse, castigarlos con la muerte. Igualmente inteligente y amoroso fue dejar caer dicha maldición sobre los millones de inocentes que iban a nacer en los milenios por venir.
La historia de la salvación prosiguió por generaciones en las que la malvada humanidad se degeneraba más y más hasta que un buen día, la amorosa divinidad decidió que "ya estaba bien de tanto mal"... la mejor solución que encontró según el mito, fue inundar todo el planeta para asesinar a todo hombre, mujer, anciano, niño, embarazada, y feto del planeta, excepto un puñado que consideró "justo". Poco importaba que todos los demás seres vivos inocentes del planeta, animales y plantas, fueran aniquilados, porque esta "inteligente divinidad" tuvo la genial idea de meter una pareja de cada animal en un barco, para luego repoblar el planeta, que tras una medida tan inteligente del todopoderoso, dejaría de ser malo y se volvería el paraíso que todos conocemos.
Estas medidas de la Deidad Perfecta podrían generar suspicacia e incredulidad en algunos impíos:
-¿En serio no había ningún niño inocente en el planeta, ni siquiera los fetos desarrollados?
-¿Para qué destruir todo el planeta si podía masacrar selectivamente a todos los malos de forma "mágica" como haría posteriormente en Egipto?
-¿Cómo sobrevivieron todas las plantas y semillas del planeta sumergidas durante cuarenta días y cuarenta noches?
-Si lo anterior se hizo mágicamente, ¿por qué no hizo lo mismo con los animales?
-Al poner un ser acuático en un ambiente con distinta concentración de sales, la presión osmótica los mata a los pocos segundos. ¿Cómo hicieron todos los seres marinos, fluviales y lacustres como: plancton, corales, anémonas, equinodermos, gusanos, peces, etc, para sobrevivir cuarenta días y cuarenta noches en agua que no era ni dulce ni salada?
-¿Realmente sirvió para acabar el mal en el mundo esta masacre divina?
-¿Cuán amoroso y misericordioso es masacrar a toda la raza humana?
Pero dejemos estas impías ideas a un lado. Si Dios es omnisciente, de seguro la mejor forma que tuvo de acabar el mal fue asesinar a todas las personas del planeta y de paso, destruirlo innecesariamente. No importa que algunos ateos abocados al infierno mencionen que Dios habría podido eliminar selectivamente a "los malos" y que de todas formas, la maldad no se ha acabado.
¿Cuál fue el siguiente paso trascendental de la salvación tras semejante genocidio? Se reveló Dios a toda la humanidad de forma más clara para que todos a la vez lo obedeciéramos y acabáramos con el mal en el mundo? ... No. La mejor idea que tuvo esta divinidad fue aparecérsele a un criador de cabras (Abrán-Abraham) y prometerle muchos descendientes si le mostraba obediencia hasta casi asesinar a su propio hijo (Isaac).
No es apropiado aquí que los impíos ventilen ideas escandalosas como que un padre capaz de asesinar a su propio hijo tras oír voces en su cerebro es más psicópata y criminal que "justo". Los impíos tampoco deben imaginarse que revelársele a un papá desnaturalizado y potencialmente filicida sea una forma poco eficiente de llevar el mensaje de bondad y obediencia al mundo. Lo que pasa es que el impío carece de fe. La fe nos demuestra claramente que la mejor forma de enviar un mensaje de bondad a la humanidad es prometerle muchos hijos a un pastor demente.
Avanzando un poco en nuestra historia, presenciamos otra de las acciones maravillosas del Dios Santo; los descendientes de este papá orate, el pueblo de Israel, terminaron en Egipto como esclavos. Dios, para dar muestra de su poder, endurece el corazón del Faraón, para que no obedezca a su enviado, Moises, cuando le pida liberar a su pueblo. En este episodio, Dios hace gala de misericordia y enseña la mejor forma de tratar a un rey enemigo cuando desobedece: asesinar todos y cada uno de los primogénitos inocentes del país.
Probablemente algunas de estas muertes se hubieran evitado si la deidad no hubiera endurecido el corazón del Faraón, o si se le hubiera ocurrido hablar directamente con toda la humanidad. Algunos humanistas y laicos desvergonzados también podrían argumentar que matar ciudadanos inocentes para hacerle pagar a un gobernante culpable es más parecido a una acción criminal que santa y justa, pero estas ideas de corte impío no son edificantes, así que sigamos con nuestro relato.
En este punto, la historia se afianza un poco. Este inteligente Dios establece un pacto "eterno" entre él y su pueblo liberado. Protegería al pueblo de Israel, y lo haría tan numeroso como las estrellas del cielo, si todos, absolutamente todos los israelitas obedecían sus normas inteligentes y santas, sin fallar. Si alguno cometiera un error, todos pagarían: es toda una bagatela.
Lástima que los israelitas incumplían cada vez que podían. Pero como relación patológica, después de que Dios saciaba su sed de venganza con unos cuantos muertos, reestablecía el pacto, hasta la próxima vez que alguien desobedecía y desencadenaba otro baño de sangre para saciar a su "Dios Protector".
Todo parecía bien, Dios les entregó una tierra prometida a su pueblo elegido, tras mandar a masacrar inmisericordemente miles de moradores originales, incluyendo ancianos, mujeres y niños. Se estableció una monarquía, pero al parecer, los israelitas se volvieron idólatras y Dios decidió romper su pacto "temporalmente". Dejó que los masacraran, los enviaran al exilio, y mandó una recua de "profetas" para echarle el agua sucia al pueblo de israel por el destino que experimentaban.
Eso sí... también dejó abiertas las puertas a un ungido que restauraría al pueblo de Israel y lo pondría por encima de todas las naciones. Aplastaría a todos sus enemigos, y el pueblo elegido reinaría para siempre. Es que todos saben que la mejor forma que puede tener un Dios todopoderoso de llevar su mensaje de amor a toda la humanidad, es mandar a un pueblo a que subyugue a todo el planeta y masacre a los que se le opongan. ¡Alabada sea la sabiduría de Dios!
Pero pasó el tiempo, y el pueblo de Israel no se restauró. Aún esperan... ¡Por Brutos!... Es que no se dieron cuenta que el mesías que restauraría a Israel era llegó en el siglo primero de la era Cristiana. No importa que este profeta no quisiera realmente restaurar la monarquía ni el poderío militar que Dios le prometió a Israel. Tampoco importaba que este ungido derogara normas que Dios había declarado eternas e inderogables. Tampoco importaba que este mesías anduviera con rameras, cobradores de impuestos imperiales, y todo tipo de opositores a las leyes que Dios había establecido previamente. Tampoco importa que Jesús hubiera muerto colgado de un madero, lo que era la señal dada por Dios para mostrar a los que él maldecía.
Es que los Judíos no fueron capaces de ver que las promesas de un dios legislador de leyes eternas, que prohibía contacto con putas y traidores al estado de Israel, que prometió una restauración militar de su pueblo, y que señalaba con la muerte en un madero a quienes no venían de su parte, se cumplían obviamente en un individuo que derogaba sus leyes, que andaba con putas y traidores a Israel, que no mostró el menor interés en restaurar militarmente a su pueblo, y que murió crucificado.
Eran tan bobos, esos Judíos... ¡Acaso no vieron que Jesús cumplió exactamente lo que prometió el Padre!
Ante semejante ceguera de los Judíos, a Dios se le ocurrió la idea más brillante que tuvo para liberar a la humanidad y acabar el mal del mundo. Es muy simple: bastó tomar a su propio hijo amado, dejarlo torturar y crucificar, derramar su sangre... y con esta muestra de bondad del Padre, ya toda la humanidad se salvaría. Lo único que se requiere es reconocer que el Dios que dejó torturar y asesinar a su hijo para perdonarnos es muy bueno, ya que como todo el mundo sabe, matar inocentes para perdonar culpables, es lo más noble y justo que existe.
Algunos impíos inmorales y desnaturalizados no captarán lo amoroso que es dejar matar a un hijo amado para perdonar. Argumentarán irracionalmente que ellos pueden perdonar sin matar a nadie, y que el perdón gratuito, desinteresado y sincero, sin mediación de sangre, es más noble y ético, que el perdón de una deidad sangrienta que no es capaz de perdonar si no masacra antes... Pero mejor dejar a esos impíos inmorales con sus elucubraciones satánicas. Simplemente no tienen fe y por ello no pueden ver cuán maravilloso es el acto de torturar y matar a nuestros hijos amados antes de perdonar a quien nos ofende.
Por supuesto, tan maravilloso método de salvación no se puede dejar perder. Así la Divinidad tomó la sabia decisión de comunicarse con sus hijos por medio del método más sofisticado, inequívoco, inmune al error y a la tergiversación del cual se conozca: un libro arcaico en hebreo y griego cuyos originales se perdieron.
Sólo personas muy malintencionadas podrían pensar que un dios todopoderoso podría comunicarse de infinitas formas más sofisticadas y accesibles a toda la humanidad, como escribir alfabéticamente su mensaje en todos los idiomas por medio de estrellas en el cielo, hablar mentalmente al género humano al mismo tiempo con el mismo mensaje, o incluso, aparecerse holográficamente a todos las personas del planeta simultáneamente y cada vez que lo necesite...
Pero no. Mejor dejar esas especulaciones impías para quienes tienen merecido el infierno por pretender saber más que el dios omnisciente. Si la mejor forma de dar un mensaje a la humanidad es escribir un libro arcaico repleto de anécdotas indistinguibles de mitos y mandatos bárbaros, intercalados entre una historia de la revelación que raya en lo ridículo para cualquier impío pensante, entonces ese es el método perfecto de dar el mensaje de la redención a la humanidad.
Poco importa que este mensaje divino haya sido tan diáfano y explícito, que su interpretación haya generado decenas de cultos con millones de seguidores que se han llegado a matar entre sí por considerar herejes a quienes interpretan de otra forma el texto. Tampoco importa que bastaría una palabra divina a todas las personas a la vez para señalar el camino correcto.
Sólo un impío puede llegar a pensar que la discordia actual entre los cristianos se debe a que la Biblia sea ambigua y equívoca. Es todo culpa de nosotros.
El fin de nuestra historia es bien conocido: tras la redención de Jesús, ya la Creación es nueva. Ya es buena. Nadie es malo, no hay crímenes, no hay violaciones, no hay genocidios, ni secuestros, ni torturas... La masacre de las religiones politeístas a manos del Cristianismo oficial del Imperio Romano, los asesinatos y quema de herejes y brujas en la hoguera a manos de la Sacrosanta Inquisición, la persecución de Judíos a manos de cristianos durante los últimos dos mil años, las cruzadas y guerras religiosas, la masacre nuclear de japoneses a manos de presidentes cristianos norteamericanos, los conflictos entre católicos y protestantes en Irlanda del Norte, los descuartizamientos de personas a manos de paramilitares y el secuestro de inocentes a manos de guerrilleros... todas esas son leyendas urbanas de los impíos que no se han dado cuenta del maravilloso triunfo del Bien en la Creación tras la redención de Cristo.
Dios, a lo largo de la revelación, ha mostrado en cada una de sus fases una sabiduría infinita. Sólo un impío merecedor del infierno podría pensar que un Dios verdaderamente amoroso y todopoderoso pudo haber tomado un curso de acción distinto para relacionarse con sus amados hijos humanos, como dirigirlos paternal y amorosamente desde el comienzo de la creación.
Afortunadamente tenemos a los teólogos y clérigos, que con una explicación tan coherente, lógica, clara y diáfana, nos han explicado por qué hubo mal en el mundo, y por qué Dios ha derrotado a la muerte ... a pesar de unos cuantos locos que piensan lo contrario.