Introducción
La experiencia del gran número de pacientes que día a día visitan los consultorios no convencionales y manifiestan mejoría en sus enfermedades, o relatan curaciones sorprendentes, no puede ser desatendida. Una mentira no resiste una puesta a prueba tan intensa y frecuente, por lo que debe descartarse la posibilidad de un engaño continuado. Claude Lévi-Strauss, al referirse a los chamanes, dice así: "En conjunto, es verosímil que los médicos primitivos, como sus colegas civilizados, curen al menos una parte de los que tratan, ya que de no ser por esta eficacia relativa, los usos mágicos no hubieran podido lograr la vasta difusión que los caracteriza en el tiempo y en el espacio".
Existe un amplio conjunto de enfermedades cuyas curaciones se prestan a engaño, pues aparecen y desaparecen en forma cíclica; y otras no pocas- que, si se les da tiempo suficiente, remiten solas. Hay casos en los que los pacientes muestran una mejoría pasajera, para luego recaer, sin informarlo al facultativo. Peter Swales, psicoanalista neoyorquino, comenta algunos casos de enfermos tratados por Freud que le manifestaron estar curados, pero de los cuales se supo más tarde que recayeron. A las dificultades anteriores se suma otra: con frecuencia, el terapeuta no convencional realiza una mezcla de las dos medicinas; esto es, se auxilia de medicamentos y técnicas convencionales, después de lo cual se vuelve imposible separar los efectos atribuibles a cada método.
Terapias no convencionales
El panorama de terapias alternas es amplio; de éstas, un número apreciable, tal vez las de mayor prestigio, se han agrupado bajo el rótulo general de bioenergética. En este grupo se incluye la acupuntura, la homeopatía, la terapia neuronal, la auriculoterapia, la electroterapia, la fitoterapia, la magnetoterapia, la medicina manual y la reflexoterapia, entre otras. Por fuera del conjunto anterior, se puede hablar de hipnoterapia, imposición de las manos, psicoanálisis (este se puede integrar en el conjunto de terapias alternas, haciendo la salvedad de que solo se utiliza para enfermedades de la mente), chamanismo y brujería. Y para que la lista quede completa, puede también incluirse como una forma de terapia no convencional la lograda por medio de la oración, o terapia espiritual.
Cada forma de terapia tiene su propia teoría para explicar tanto el diagnóstico como la enfermedad y la curación. Dicen algunos sanadores por imposición de las manos que de esa manera se "traslada flujo electromagnético del magnetizador al cuerpo físico del paciente, y al cuerpo astral". La llamadaterapia floral actúa básicamente sobre trastornos mentales emocionales. Se hace una evaluación del enfermo y se emplea el extracto floral apropiado, con lo cual se "armoniza en forma integral" al enfermo. Eduardo Bach, médico galés autor de esta terapia, escribía con mucha seriedad esta perogrullada botánica: "La flor de la planta (...) recibe en forma constante la energía del cosmos a través del aire, y también la energía de la tierra. De la conjunción de ambas energías ella obtiene la suya propia con características individuales".
La teoría del modelo del inconsciente freudiano se caracteriza por su encanto y su misterio. Todos los fantasmas adquiridos en traumatizantes episodios juveniles y en aquellas precoces aventuras incestuosas mal asimiladas nos acechan desde esa fortaleza impenetrable que se llama el inconsciente. Siempre activos, deseosos de comunicarse con nosotros y revelar su identidad, pero escondidos con timidez en disfraces simbólicos extraños. Metidos a ratos en nuestras conversaciones privadas causándonos deslices incómodos, pero reveladores; o rondando nuestros sueños, sonámbulos envueltos en mantos de sombras; e interfiriendo patológicamente nuestras acciones diarias hasta no ser desencantados por el analista y liberados de su prisión. Una teoría ya centenaria, y llena de fantasía, que uno desearía fuese verdad, pero que, para la ciencia convencional, todavía pertenece al conjunto de conjeturas sin confirmar.
La bioenergética
Para los bioenergéticos (véase bibliografía, Lopera y Carvajal), en el organismo existen varios sistemas básicos de canales de información que permiten una intercomunicación casi perfecta entre sus diferentes componentes. Entre éstos, además del sistema nervioso y del humoral -inmune y endocrino-, conocidos por la medicina clásica, existen otros muy importantes: un sistema llamado de ambiente celular, constituido por terminales nerviosas vasculares y linfáticas y por el líquido extracelular; el llamado sistema de semiconducción, formado por tejido orgánico especial que posee propiedades de semiconducción; el sistema de superconducción, llamado así por presentar propiedades de superconducción a temperatura ambiente, y que tiene la propiedad de convertir señales electromagnéticas en acústicas; el sistema bioplasmático, que permite la comunicación intercelular y trabaja en el rango visible del espectro; por último, el sistema de conducción de interfase eléctrica acupuntural, que está formado por canales de circulación de energía y puntos de menor resistencia eléctrica.
La subdisciplina conocida con el nombre de auriculoterapia se fundamenta en la existencia de una proyección, llamada somatotópica, de todo el organismo sobre el pabellón auricular (también hay proyecciones en el iris, en la pirámide nasal, en las palmas de las manos y en las plantas de los pies), de tal modo que si se dibujasen sobre él todos los órganos proyectados, la figura que se formaría correspondería a la de un hombre en posición fetal, en la que el lóbulo de la oreja sería la representación de la cabeza (los aretes, en cierta forma, cuelgan del cerebro). El dibujo resultante tendría la forma de un homúnculo u hombrecillo en miniatura, con todos los detalles anatómicos a escala reducida (una rama de las matemáticas, la topología, se ocupa de este tipo de proyección, a la que denomina homeomorfismo).
La base del diagnóstico se encuentra en la observación del pulso en la arteria radial y en la detección, en él, de señales muy sutiles. La técnica, conocida con el nombre de VAS (Vascular Autonomic Signal), permite medir y clasificar las reacciones del organismo frente a distintos estímulos de prueba. Por este método indoloro y barato, aseguran los especialistas, el practicante puede anticipar el efecto benéfico o tóxico de un medicamento; puede saber por anticipado si el organismo presentará o no reacción alérgica a determinado componente. Y si al tiempo que se toma el VAS se va recorriendo el cuerpo del enfermo con un elemento estimulador apropiado, al pasar por un sitio patológico se generan en el pulso ciertas reacciones particulares; alteraciones que permiten localizar con cierta fidelidad los puntos problemáticos. Los filtros de color, la lámpara láser, los imanes y los generadores de ondas electromagnéticas son elementos que se utilizan con frecuencia como estimuladores específicos.
Los perfectos sistemas de conducción de información conjeturados por la bioenergética aseguran una comunicación permanente entre cada órgano y la zona que le corresponde en la representación auricular. Dicen los teóricos que, en particular, los sistemas de comunicación llevan la información patológica hasta el pabellón auricular, en donde se inscribe (detección), y desde esta misma estación se transmiten los estímulos auriculares a las diversas regiones del cuerpo (terapia) . De este modo, aseguran, es posible comunicarse en las dos direcciones; si se estimula la zona auricular correspondiente al hígado, por ejemplo, se produce una señal codificada que se transmite al órgano y puede llegar a alterar su funcionamiento. Ahora bien, el estado presente del hígado es, a su vez, transmitido a su representación en la oreja. La existencia de las primeras vías le da validez al método de curación que consiste en excitar, con estímulos apropiados, las zonas de proyección de los órganos sobre los cuales se quiere actuar, con el fin de corregir trastornos funcionales. Equivale a devolver al órgano afectado un mensaje energético, mas no enérgico, utilizando para ello la ventana natural que ofrece la representación fetal homeomórfica en el pabellón auricular.
La terapia neuronal parte del supuesto de que un número grande de dolencias crónicas se deben a desarreglos orgánicos que se manifiestan a distancia; especies de interferencias entre zonas distintas del cuerpo. Es así como un tejido lesionado llega a cierto estado de irritación permanente y produce, por reflejo, una enfermedad en otro sitio. La técnica terapéutica consiste en descubrir el foco de la dolencia, y luego inyectar allí una dosis pequeña de procaína, con lo cual se desconecta la línea de interferencia. Por medio de este ataque a distancia -se asegura-, hasta un 33% de los enfermos crónicos pueden curarse. La homeopatía, conocido como ley de los similares, establece que cualquier enfermedad puede ser curada con la ayuda de una sustancia que produzca los mismos síntomas patológicos en una persona sana; en otras palabras, que un clavo saca otro. O, para ser más exactos, que una puntilla saca un clavo, pues la teoría contiene también un principio de mínimo esfuerzo que postula, contra todo lo que piensen los químicos farmacéuticos, que mientras más pequeña sea la dosis de la sustancia utilizada, mayor es el efecto curativo.
La medicina manual pretende producir alivio por medio de cierto tipo de manipulaciones del cuerpo humano, "tanto estructurales como funcionales", a través de las cuales "se armoniza la energía del individuo". Entre las escuelas más conocidas están la quiropraxis, la vertebroterapia y la osteopatía. La quiropraxis trata de corregir pequeñas subluxaciones en la columna vertebral, las cuales, según opinión de su descubridor, David Palmer, "interfieren el flujo nervioso" y causan la enfermedad.
Una rama de la bioenergética, la acupuntura, se ha venido utilizando por siglos en China, de donde se ha distribuido por todo el mundo. El efecto más importante que reclaman los terapeutas de las agujas es la supresión del dolor, por lo que fue ideal para realizar operaciones quirúrgicas antes de conocerse las anestesias. Un médico norteamericano, el profesor Wall, realizó dos visitas a China con el fin específico de investigar la utilización de las agujas en intervenciones quirúrgicas. Comenta Wall en su segundo informe que tuvo oportunidad de presenciar algunos casos realmente sorprendentes, por la relajación y tranquilidad de los pacientes intervenidos, quienes permanecían plenamente conscientes durante la operación. Sin embargo, el mismo investigador observó un descenso constante en el número de operaciones llevadas a cabo bajo acupuntura en el hospital más activo de Beijing. La explicación es simple: la competencia con la efectiva y tranquilizadora anestesia convencional".
Investigaciones recientes sobre la fisiología del dolor han revelado que el organismo, bajo ciertos estímulos, fabrica en forma natural una clase especial de compuestos, llamados endorfinas -de composición química similar a la morfina-, que se caracterizan por bloquear la sensación dolorosa. Se ha comprobado, en algunos sujetos, que al aplicar agujas en puntos especiales, generalmente cerca a ramales nerviosos importantes -puntos de acupuntura-, éstos envían impulsos a la espina dorsal, y de ahí al cerebro medio y a la dupla hipotálamo-pituitaria. En la espina dorsal, la señal hace liberar en el torrente sanguíneo pequeñas cantidades de encefalina y dinorfina, dos clases de endorfinas, que bloquean el paso de la señal dolorosa hacia el cerebro. El cerebro medio también entra en acción y libera encefalina, con el propósito de inhibir la transmisión de la señal a lo largo de la espina dorsal; por último, la dupla hipotálamo-pituitaria libera endorfinas adicionales que refuerzan el efecto analgésico.
Otras terapias alternas
Si deseamos tener un panorama completo de los métodos curativos no convencionales, no se pueden dejar por fuera el chamanismo y otras prácticas llamadas mágicas: profesiones de vieja data. Nos recuerdan los antropólogos, que son más antiguas aún que la prostitución.
En Antropología estructural , Claude Lévi-Strauss cuenta la historia de Quesalid, un chamán de la tribu Kwakiud, en Vancouver, Canadá, quien llegó a esa profesión tratando de desenmascarar los engaños de los curanderos. Durante los cuatro años que duró su entrenamiento, debió aprender una curiosa mezcla de pantomima, prestidigitación, elementos de medicina empírica y cantos mágicos. El truco más impresionante que tuvo que dominar Quesalid fue el del "plumón ensangrentado". El chamán debía mantener escondida en su boca una pequeña pluma. Al final de la sesión, y en el momento culminante, justo en el instante en que los maleficios estaban por salir del cuerpo del enfermo, el chamán se provocaba una pequeña herida en la lengua o en la encía, y con la sangre mezclada con saliva impregnaba la pluma y la arrojaba en forma dramática en frente del enfermo, mientras se refería a ella como el agente patológico, expulsado después de la extenuante labor catártica. Al final del largo entrenamiento, Quesalid confirmó sus sospechas: todo era una farsa; pero, a pesar de ello -y quizá por ello, funcionaba. En efecto, cuando enfrentó a su primer paciente, para sorpresa suya, el éxito fue rotundo.
Finalmente, y para que la lista no peque por defecto, es conveniente incluir dentro de las técnicas marginales la llamada terapia espiritual, o autoterapia. los devotos de todos los cultos han pregonado por milenios curaciones espontáneas, sin usar ningún medicamento, a las que los devotos consideran curaciones milagrosas; basta una oración fervorosa, y santo remedio. Es una historia, ésta del milagro, que se pierde en los recodos del pasado. los babilonios dirigían sus plegarias paganas a Marduk, el poderoso curador de enfermedades, mientras que los egipcios las dirigían a Best, diosa con cabeza de gato que concedía la fertilidad a las mujeres, o a Ibis, si el caso era de indigestión. Tal vez las constancias más antiguas y confiables relativas al éxito de la terapia espiritual las encontramos en los centenares de templos dedicados al dios griego de la medicina, Asclepios -Esculapio, para los romanos-, en forma de tabletas de barro cocido en las que se narraban con detalle las curaciones logradas por intervención del dios.
Y los santuarios de todas las religiones guardan innumerables exvotos y tablillas conmemorativas, documentos que prueban, por la fuerza del número, el fondo de verdad de las curaciones realizadas. Deben destacarse dos singularidades curiosas (y sospechosas): la preferencia de las divinidades por los paralíticos, y el hecho de que hasta el momento nunca ha ocurrido que, por milagro, a un creyente se le haya regenerado un miembro faltante, que sería tan fácil para las divinidades todopoderosas como suprimir un simple dolor de cabeza, y de gran ayuda para el pobre lisiado. Esta falta de equidad, impropia de dioses buenos y justos, ha hecho pensar a más de un incrédulo que todos los llamados milagros celestiales se pueden explicar por medio de argumentos terrenales. Es necesario, también, aclarar que no todas las curaciones milagrosas se han logrado invocando la ayuda de los santos o la de las divinidades: a Tiberio, el emperador romano -poco santo, señalan los historiadores-, se le atribuyen algunas curaciones milagrosas; a Carlos II y a Enrique IV de Inglaterra también, lo mismo que en Francia a Clodoveo y a Luis IX.
¿Es la bioenergética una ciencia?
¿Pero, si en efecto existen terapias que parecen escaparse por el momento del reducto de la ciencia ortodoxa, cuál es la explicación científica de su funcionamiento? ¿Puede éste ser entendido en términos conocidos por la tradición médica, o se debe recurrir a la existencia de entidades desconocidas -en cierta forma misteriosas-, nuevas para la ciencia actual, tal como se infiere de las extrañas explicaciones que los respectivos teóricos presentan?
Salvo la acupuntura y, tal vez, la fitoterapia (utilización de plantas medicinales), parece que hasta el presente no se ha demostrado que las medicinas alternas tengan un éxito que vaya más allá del conocido efecto placebo. Y si se llegase a comprobar, como se ha hecho con la acupuntura cuando se utiliza para mitigar el dolor, que las respuestas curativas son numéricamente superiores a lo esperado por el siempre presente efecto psicológico de sugestión, todavía eso no demostraría que las teorías que les dan apoyo sean válidas. Es posible que otros fenómenos desconocidos y más simples puedan ser los responsables del éxito.
En particular, el modelo teórico de la bioenergética es admirable por su belleza abstracta, por su extrañeza y por su extrema complejidad. Es tan fantástico que parece difícil que corresponda a una genuina realidad. Demasiada fantasía genera desconfianza. En la concepción bioenergética, cada organismo es un conglomerado de unidades, los órganos, en una unión informática casi perfecta. En ella, las distancias no existen, y el todo se encuentra en cada parte, al estilo de las holografías. los canales de comunicación conjeturados permiten que las noticias biológicas se difundan permanentemente por todo el conjunto, en un silencioso y continuo parloteo electromagnético. Todo lo que ocurra en el interior se publica en las representaciones somatotópicas exteriores.
Los canales son de doble vía, por lo que estas mismas ventanas permiten asomarnos al interior y comunicarnos a la velocidad de la luz con los puntos que elijamos. Basta utilizar un estimulo apropiado, para que éste se codifique y se dirija al interesado. En cierto sentido, podemos acercarnos a los órganos y hablarles al oído. De esta manera sencilla y poco traumática estamos en capacidad de "reprender con energía" a los miembros que se salgan del reglamento y causen dolencias. También, desde estas mágicas microventanas estamos en capacidad de activar a los remolones y apaciguar a los hiperactivos, por escondidos que se encuentren. Un tironcito de orejas que el aludido entiende con presteza. O un masaje energético en el dedo gordo del pie, que se transmite vía microondas al órgano representado. Otras veces, cuando tengamos dudas sobre una sustancia que pueda ser nociva, basta que la acerquemos a las ventanas y consultemos a través de ellas a los órganos interesados; éstos nos responden al instante, con las advertencias y contraindicaciones del caso.
Los canales de intercomunicación propuestos por la bioenergética son de una complejidad que aturde. El sistema nervioso palidece ante esta maravilla de imaginación. Es posible, de acuerdo con la teoría, que cada humilde rincón de nuestro cuerpo esté en permanente contacto con todos los centros importantes a través de canales particulares. Una densa red telefónica con un entramado compuesto por un número altísimo de líneas, pero que funcionan con presteza y sin interferencias. Cada órgano se convierte en una estación de transmisión y recepción; allí se generan mensajes con información codificada que luego se transmiten a todas las demás estaciones. También, en forma permanente, se están recibiendo las señales generadas en los otros sitios del organismo. La menor alteración se le participa a todos los compañeros somáticos y se inscribe, sin que hasta el momento se sepa para qué, ni qué función evolutiva han desempeñado en la filogenia humana, en las pequeñas ventanas de los sitios de representación. Se anuncian públicamente, como pequeñas vallas publicitarias en terreno ajeno.
¿Qué falta, entonces, para que al refinado modelo bioenergético se le confiera el status de ciencia? Debe, primero, pasar las severas pruebas experimentales que la comunidad científica se ha inventado para descubrir a los impostores. En el mundo de las palabras se pueden crear jardines fantásticos, castillos encantados, hadas, unicornios, ovnis, espíritus y fantasmas. Nada está prohibido. Pero para que esas construcciones de la mente humana salgan del campo de la literatura e ingresen al austero recinto de la ciencia, deben comprobar fuera de toda duda que tras ese mundo virtual creado por el verbo todopoderoso, se encuentra una realidad susceptible de someterse a prueba. El proyecto de Freud no ha pasado aún las pruebas, sin que eso demuestre que sea falso. Su misma estructura no permite formular proposiciones que lo pongan entre la espada y la pared; esto es, no es falseable de acuerdo con la propuesta de Karl Popper. Se mantiene a salvo, pero al margen de la ley científica. La parapsicología, la astrología y la ovnilatría, esquivas, también se han sabido mantener a salvo; por lo cual siguen siendo marginales a la ciencia.
La teoría de la realidad bioenergética tampoco ha pasado aún sus exámenes de grado ante el jurado de la ciencia, o por lo menos esto es lo que creen numerosos médicos tradicionales. En particular, nunca se ha demostrado la existencia de las subluxaciones y, en cierta oportunidad en que se sometieron a prueba varios expertos en quiropraxis (Jarvis, 1981), utilizando para el experimento un sujeto perfectamente sano y normal, todos señalaron diferentes dolencias. Y en otro experimento similar, el desconcierto fue mayúsculo; el más acertado, quizá, file aquel que diagnosticó: "la pierna izquierda es ligeramente más corta que la derecha, y viceversa".
En cierta ocasión, al intentar someter a prueba rigurosa las virtudes de los iridólogos para diagnosticar enfermedades por medio del examen del iris, el fracaso fue total. En una de las pruebas (Sabbagh), se les presentaron a seis expertos en esa materia 143 fotografías del iris de personas entre las cuales había 48 con padecimientos renales. El número de diagnósticos acertados no superó al obtenido por adivinación. Téngase en cuenta que al diagnosticar sobre la fotografía, el terapeuta no disponía de la versión del enfermo, ni tenía la posibilidad de observar sus características externas, pistas auxiliares para llegar a un diagnóstico acertado.
Y así como no se ha probado la verdad, tampoco se ha demostrado la falsedad de la doctrina bioenergética. Pero sí se pueden encontrar abundantes argumentos que abonan la duda. Básicamente son de cuatro clases: funcional, de diseño, de tipo operativo y de consistencia lógica. Se examinarán enseguida, en forma breve, cada uno de los argumentos.
Desde la perspectiva funcional, la existencia de los múltiples canales de comunicación y de las representaciones somatotópicas sensibles a todo tipo de estímulo, unido a la extrema sensibilidad de los receptores y a la ley del mínimo esfuerzo homeopático, presentarían en el diario vivir el inconveniente de estar el organismo recibiendo en forma permanente demasiados estímulos del exterior. Trozos de productos químicos que se deslizan subrepticiamente por nuestro sistema digestivo, justo en las cantidades infinitesimales exigidas por la homeopatía para obtener efectos apreciables; además, luces variables que inciden en todas las regiones del cuerpo, campos eléctricos y magnéticos constantes y variables que nos acompañan por doquier, música y ruido, radiaciones electromagnéticas no visibles que nos cruzan en forma permanente, estímulos mecánicos de tensión y compresión producidos por la gravedad, y todos los esfuerzos musculares y óseos creados por los continuos desplazamientos y por el ejercicio diario, representarían, bajo la hipótesis bioenergética, un caos de información y una sobrecarga de estímulos que terminarían por resquebrajar hasta el más sólido de los organismos.
Los seres vivos han ocupado un mundo que se caracteriza por la variedad de estímulos, y han "aprendido evolutivamente" a permanecer insensibles a ese inmenso y errático calidoscopio de señales de origen externo. La invarianza frente a ellos, esto es, la indiferencia y la desatención casi absolutas, son características comunes a todos los organismos, indispensables para sobrevivir. Para no enloquecer, deben mantenerse los oídos sordos a tantos cantos de sirena. Si lo que reclama la bioenergética sobre los objetos que sirven de estímulo es correcto, y se llegase a demostrar que existe una fina sensibilidad frente a estímulos energéticos muy pequeños, qué no pasaría entonces con los variados estímulos naturales que recibimos en cada instante del diario vivir, enfocado homeopáticamente, qué haríamos con la infinidad de sustancias en perversas cantidades infinitesimales que en todo momento, arrastradas por el aire, penetran amenazadoras en nuestro organismo.
El modelo bioenergético presupone la existencia de una nutrida red de transmisores-receptores. Con el fin de que se pueda transmitir una señal que contenga información, se requiere en cada órgano un dispositivo biológico que la codifique previamente, quizá modulando una señal portadora, y otro que la reciba, demodule e interprete. Estas estructuras nunca han sido halladas ni descritas, y son indispensables para justificar el modelo. Las diferentes zonas del pabellón auricular y, en forma similar, el iris y todos los demás sitios de proyección, deben poseer sus respectivos microcircuitos receptores-transmisores, como efectivamente lo poseen el ojo y el oído, que sí son estaciones reconocidas de recepción y transmisión -por eso un haz de luz se puede convertir en un paisaje, y un tren de ondas sonoras en una melodía-; además, la alta especialización de las supuestas estructuras exige que muestren características histológicas fáciles de reconocer, como ocurre con la retina o con el recubrimiento interno de la cóclea.
La existencia de estas estructuras de altas especificaciones técnicas es, por el momento, puramente verbal. Un castillo de viento, sin ningún fundamento evolutivo. También, fuera de los conocidos canales de información constituidos por el sistema circulatorio y el neuronal, nadie ha descrito histológicamente las vías anatómicas particulares que canalizan las señales electromagnéticas y acústicas. Todos estos detalles son parte importante para la verificación científica del modelo.
Se supone, también, que los objetos físicos emiten permanentemente mensajes electromagnéticos codificados, de tal suerte que por medio de ellos se les puede identificar a distancia. Según la bioenergética, es posible que una muestra pequeña de una sustancia, colocada sobre un filtro de vidrio, transmita desde el exterior al organismo un mensaje que penetre por los canales de comunicación hasta la profundidad de los diferentes órganos. Allí, el compuesto es reconocido como tóxico o benéfico, y la respuesta es enviada de regreso a los sitios de proyección, en donde puede ser leída por el facultativo. Esta propiedad física de las sustancias naturales no ha sido reconocida aún por quienes corresponde, por los físicos y, en consecuencia, pertenece hasta el momento al dominio de la ciencia-ficción.
En la auriculoterapia, como ya se explicó arriba, la reacción del organismo frente a cada estímulo se determina por medio de las variaciones inducidas en las características del VAS; una señal demasiado tenue, según opinión de los practicantes expertos. Se presenta aquí un serio inconveniente, pues la versión del paciente sobre su dolencia y el estado general que presenta permiten un prediagnóstico que puede influir sensiblemente y en forma no consciente sobre lo que el facultativo percibe a través del tacto. Siempre que se experimenta con señales muy débiles ocurre con frecuencia que uno termina encontrando lo que presupone que existe. Este es un fenómeno psicológico muy conocido y estudiado: si lo que se mide es extremadamente débil, el sesgo psicológico o prejuicio puede arruinar por completo las medidas realizadas.
En el aspecto operativo, el hecho de que los charlatanes o sobanderos, esto es, "aquellos que se autoproclaman sanadores bioenergéticos" -según expresión de dos teeóricos de la bioenergética-, sin ningún título que los acredite, y por medios que no corresponden a la teoría más pura, logran un éxito apreciable en muchos casos superior al de los profesionales acreditados-, más la evidencia de curaciones sin terapista ni terapia -milagros-, y todo esto sumado al éxito curativo que los antropólogos conceden a los poco ortodoxos métodos utilizados por chamanes y brujos, hacen pensar más en una explicación de tipo psicológico, que en una consecuencia de la "armonización de la energía vital".
En cuanto a la consistencia lógica, el modelo bioenergético muestra eslabones muy débiles, al ser juzgados desde el punto de vista de la ciencia convencional". Por ejemplo, algunas de las sustancias utilizadas por los homeópatas tienen tan bajas concentraciones -unas pocas moléculas por mililitro-, que para que se pueda esperar algún efecto físico apreciable es necesario cambiar totalmente algunas de las leyes de la química y de la biología actuales (asimismo, debemos acallar las protestas airadas de nuestro sentido común). También, el uso reiterado de los términos "energía" y polaridades" demanda una explicación muy clara de sus significados, so pena de quedar convertidos en comodines baratos y simplistas, sin ninguna seriedad científica. Y la representación fetal en el pabellón del oído, ¿no será una candorosa analogía con olor a naftalina?
La siguiente afirmación (Lopera y Carvajal) exige que los autores dos teóricos prestigiosos de la bioenergética- propongan un método experimental para verificarla: "Las células emiten periódicamente cuantos de luz coherentes, que como verdaderos láser fríos mantienen el holograma tisular." Y de no explicar con claridad su significado, y comprobarlo en el laboratorio, la siguiente frase de los mismos autores no es más que una indigestión de términos científicos, pero que impresiona al lego: "Las moléculas son consideradas como imágenes electromagnéticas estereoespecíficas que son detectadas por el campo biológico o campo L" Esta otra afirmación, tomada del mismo texto, hace revolcar a más de un físico: "Se han reportado propiedades de superconducción a la temperatura ambiente." ¡Espectacular resultado! Se deduce de allí que, o bien los autores no tienen idea de lo que están diciendo, o la bioenergética -sin que se sepa públicamente- se le ha adelantado varias décadas a los físicos de todo el mundo, pues éstos, hasta el momento, ni han soñado con obtener superconductividad a temperatura ambiente.
Mecanismos psicológicos de curación
Los psicólogos sociales saben cómo es de potente el efecto de la sugestión, y han tenido oportunidad de comprobarlo en muchísimas oportunidades. En relación con la enfermedad, la medicina convencional lo conoce bien y lo llama efecto placebo. Siempre que se prueba algún nuevo medicamento, su eficacia se contrasta con la de una sustancia inocua. Se ha encontrado, con sorpresa siempre renovada, que alrededor del 30% de los sujetos que han recibido el placebo manifiestan mejoría. Más aún, se han utilizado con éxito relativo placebos para tratar los intensos dolores causados por el cáncer. La respuesta, en total acuerdo con la teoría del efecto psicológico, aumenta con la seriedad del tratamiento o con la presentación del medicamento ficticio. Por esto se obtiene un éxito mayor con un placebo intravenoso que con uno intramuscular, y la eficacia de este último supera a la de uno presentado en forma de tabletas.
Claude Lévi-Strauss escribe (1968):
No hay razones, pues, para dudar que la eficacia de la magia implica la creencia en la magia, y que ésta se presenta en tres aspectos complementarios: en primer lugar, la creencia del hechicero en la eficacia de sus técnicas; luego, la del enfermo que aquel cuida o de la víctima que persigue en el poder del hechicero mismo; finalmente, la confianza y las exigencias de la opinión colectiva, que forman a cada instante una especie de campo de gravitación en cuyo seno se definen y se situan las relaciones entre el brujo y aquellos que él hechiza. |
Hoy se empieza a comprender que la distinción entre enfermedad mental y fisica conduce a equivocaciones; que el pensamiento es un proceso del cerebro, y que el cerebro es una parte del cuerpo. También se empieza a comprender el estrecho enlace que existe entre los procesos cerebrales y los orgánicos; que las enfermedades del alma son también del cuerpo; y de cómo el cerebro, a través del sistema nervioso periférico, y por medio de la liberación de neurohormonas, interviene en cada órgano. Más aún, dado que el cerebro es el centro de comando de toda la información concerniente al equilibrio fisiológico u homeóstasis, cualquier irregularidad en la delicada química que determina su funcionamiento genera, por lo regular, desequilibrios en las variables somáticas más importantes; lo que se manifiesta en desarreglos generales y enfermedad.
Se comienzan ahora a descubrir algunos detalles específicos de las vías que comunican mente y soma, y que están relacionadas con la salud. En condiciones de estrés (Hall y Golstein, 1986), el hipotálamo produce un compuesto llamado factor de liberación de corticotropina, el cual hace que la glándula pituitaria secrete la hormona adrenocorticotrópica, la que, a su turno, estimula las suprarrenales para que liberen glucocorticoides en el torrente sanguíneo. Ahora bien, una concentración elevada de glucocorticoides en la sangre daña o destruye los linfocitos T, especialmente los que aún están en proceso de formación en el timo, con la consecuente caída de las defensas orgánicas (por esta razón, al timo lo han considerado el barómetro del estrés). Pero existe otro camino más: el sistema nervioso autónomo. En efecto, se ha encontrado que algunos ramales de este sistema penetran en el tejido linfático. En consecuencia, existe una estrecha relación entre cerebro y sistema inmunológico, lo que permite una aproximación entre la medicina convencional y las terapias que utilizan los estados mentales, o aproximación psicológica. Hasta se le ha dado un nombre: psiconeuroinmunologia.
Lo que se ha descrito hasta aquí sólo explica la enfermedad, no la curación. Decir que ésta se debe a un efecto psicológico es tan vago como lo es para las medicinas tradicionales hablar de los efectos energéticos. lo poco que se sabe es que es una curación indirecta, inducida por la mente, que de alguna manera aún mal comprendida movíliza los recursos propios de curación del organismo. A favor del efecto psicológico existe la comprobación experimental de su eficacia, con una proporción de éxitos apreciable. Pero esto no aclara en nada la naturaleza del mecanismo curativo. La medicina convencional, si mantiene como explicación del éxito de las otras terapias el efecto psicológico de sugestión, debe aclarar por completo los circuitos funcionales y las cadenas causales que conducen a la salud.
Mientras las medicinas alternas, exceptuadas por el momento la acupuntura y la fitoterapia, logran demostrarle al mundo científico la realidad de sus supuestos, no nos queda más que una alternativa para explicar el fenómeno de curación: el efecto psicológico. Es una atractiva conjetura admitir que detrás de casi todas las terapias no convencionales, el efecto placebo amplificado, esto es, el complejo psicológico integrado por sugestión, una fe absoluta en la eficacia del tratamiento y en la capacidad del terapeuta, una actitud optimista, y el deseo de aliviarse, sean los responsables principales de la curación (es obvio que este mismo efecto, de carácter universal, debe estar presente en muchas de las curaciones de la medicina corriente). Equivale esta conjetura a admitir que casi todas las terapias alternas son chamanismo con instrumentos modernos.
La conjetura psicológica explicaría el misterioso efecto panacea de doble filo: la misma terapia sirve para curar una amplia variedad de enfermedades, y una amplia variedad de terapias sirven para curar una misma enfermedad. También quedaría clara la existencia de tan rica gama de formas de curar sin introducir nada material al cuerpo del enfermo; solo despliegue de palabras tranquilizadoras y confiadas, montaje teatral que impresiona favorablemente al sujeto, misteriosos dispositivos fisicos, y todo rodeado de una actitud confiada, solemne y profesional por parte del curador.
Una prueba a favor de la conjetura del efecto psicológico, la constituye el éxito comprobado de las medicinas alternas frente a las enfermedades psicosomáticas, las que, además, se caracterizan por ser excepcionalmente rebeldes a los tratamientos corrientes. Se pregunta uno: ¿si llegan por el camino de la mente, por qué no habrían de marcharse por la misma ruta? Este conjunto de enfermedades, que se manifiestan con síntomas varíadísimos, pueden ser una fuente riquísima de prestigio para los terapeutas no convencionales, y de desprestigio para los convencionales.
Otra prueba de peso para apoyar la conjetura que afirma que el efecto psicológico es un responsable de primer orden en las curaciones no convencionales, es el hecho de que los factores que tienden a incrementar la fe y la confianza del paciente, tienden también a aumentar el éxito curativo. El prestigio del curador, por ejemplo, es un factor importantísimo para el éxito, como también lo son la seguridad con que aquél se exprese, y el interés y dedicación que exhiba ante el paciente.
El carisma personal es definitivo para obtener el éxito primero y, luego, para conservarlo. En este punto es oportuno recordar que no hay nada que produzca más éxito que el éxito. A propósito, dice Lévi-Strauss que Quesalid, el chamán por azar, no se convirtió en un gran hechicero porque curara a los enfermos; sino que sanaba a sus enfermos porque se había convertido en un gran hechicero". Una vez lograda la primera curación, el paciente se encarga de elevar el status del terapeuta y de divulgar la noticia, lo que, a su turno, aumenta tanto el número de pacientes potenciales como del de curaciones relativas (la bola de nieve se alimenta de sus propios productos). Debe anotarse que a nadie impresiona una curación lograda por medio de las técnicas de la medicina convencional, pues se considera un hecho natural; pero, en cambio, y tal vez debido a la falta de una relación causal clara entre terapia y curación, la persona que recibe alivio por medio de alguna de las medicinas no convencionales queda impresionada en grado sumo, casi como si hubiese presenciado un milagro. Abono exclusivo para la bola de nieve.
Se puede demostrar fuera de toda duda que el vidrio de color, las luces brillantes, el imán, la misteriosa cajita con perillas, el pedazo de cuarzo o de metal, el jugo de la flor, las palabras del analista o las manos del sanador no transmiten más energia al organismo que todos los estímulos juntos que llegan del mundo exterior. Tampoco en el organismo animal existen, fuera del rango visible y del infrarrojo -luz y calor-, receptores electromagnéticos; así que, aunque se usase un generador de dichas ondas como inductor, nuestro organismo, aunque reacciona diferencialmente frente a ellas, no tiene elementos específicos -conocidos- que permitan descifrar los pretendidos mensajes energéticos de curación.
La piel, por ejemplo, responde a una señal ultravioleta con la formación de melanina, y es sensible a la iluminación total diaria recibida, de tal suerte que cuando en la estación invernal ésta disminuye, algunos individuos responden con tendencia a la depresión; pero es ciega a cualquier mensaje que se encuentre modulado en ella. Téngase presente que es muy distinto ser sensible a una señal, que recibirla e interpretar la información en ella codificada. La ecografia y las tomografias -analogías utilizadas por los bioenergéticos-permiten averiguar la forma y composición tridimensional de un cuerpo por medio de las diferencias en respuestas fisicas de sus diferentes regiones, sin que por ello se pueda hablar de recepción. Y algo similar ocurre con los rayos X. Las grandes pirámides, por ejemplo, fueron exploradas desde el exterior, en busca de pasadizos secretos desconocidos, sin que eso implicase que en su interior se encontraran receptores y transmisores para las señales utilizadas como sondas.
Las diferencias de densidad, las de estado fisico -sólidos, líquidos y gases-, las cavidades y las diferencias de estructura dan respuestas diferentes frente a la señal que se use como sonda, sin importar en absoluto que existan o no receptores especiales. Una situación diferente se presenta cuando se transmite una señal que posea información codificada en ella, y que esa información deba ser leída, decodificada e interpretada, tal como se propone en la teoría bioenergétíca. En este caso es necesario que existan estructuras especializadas para cumplir dichas funciones. Nada parecido ocurre; las señales utilizadas como estímulos no son portadoras de información codificada, y en el organismo no se ha descubierto hasta el presente nada que se asemeje a un receptor específico para ellas. En realidad, las radiaciones usadas no contienen ningún mensaje, y parece muy dificil que en esas condiciones puedan tener un efecto selectivo que les permita ajustarse al mal específico de un paciente.
Palabras finales
Pero, ¿no sería posible que existiese, además del efecto psicológico, otro factor oculto implicado en las curaciones por las vías no convencionales? Desde una perspectiva científica rigurosa esto no se puede descartar; pero, de lo que sí se tiene cierta seguridad es de que las teorías existentes no ofrecen alternativas claras. Algunas de ellas solo ofrecen vaguedades disfrazadas de ciencia, entre el ropaje elegante aportado por los términos científicos de prestigio; términos que son utilizados más como analogías triviales, metáforas quizá, que como descripciones válidas de las relaciones causales entre organismo y enfermedad por un lado, y entre enfermedad y terapia, por el otro.
A la ciencia convencional -la única actividad humana que muestra siempre un progreso constante-, le corresponde investigar el fenómeno de las curaciones no convencionales, eliminar misterios, descubrir si de verdad hay factores desconocidos que intervienen en el proceso de curación y, de no encontrarlos, investigar a fondo el que se ha llamado efecto psicológico, tan poco preciso por el momento como hablar de energías inarmónicas o de efluvios malsanos. Es necesario experimentar y determinar las líneas causales que intervienen en la acción curativa de la mente sobre el cuerpo; averiguar si existen métodos especiales para potenciar los efectos somáticos de la sugestión; descubrir cómo un tratamiento único para un amplio conjunto de dolencias logra especificidad curativa en cada caso; precisar los efectos y clasificar los tipos de enfermedades susceptibles a estas terapias, así como las no sensibles e, igualmente, clasificar a los pacientes en cuanto a su sensibilidad a la sugestión. Si se descubre que las medicinas alternas no son ciencia legítima, el estudio serio de la sugestión si lo es.
Los resultados de estas investigaciones deben revertir a la medicina convencional con el fin de aumentar la eficacia de sus métodos, y para unificar conocimiento y práctica de la curación en un solo cuerpo doctrinal. No para reemplazarla totalmente, como ha llegado algún ingenuo entusiasta de las terapias no convencionales a pronosticar (alguien ha dicho que el derecho a soñar tiene como contrapartida el deber de vigilar).
Y si se llegase a confirmar el efecto psicológico de sugestión como el principal causante de las curaciones en las medicinas alternas, de presentar la verdad desnuda al paciente, el tratamiento perdería eficacia, pues parte importante del efecto sugestivo se logra con la puesta en escena y con la creencia del enfermo en un tratamiento más allá de su comprensión. En este hipotético caso se plantearía un difícil problema ético: para aprovechar la eficacia de la sugestión, sería necesario continuar con la farsa pública; pero, aquí en privado, podría tratarse de una deshonestidad.
Bibliografía consultada
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Antonio Vélez Montoya.
Ingeniero electricista de la Universidad Pontificia Bolivariana y mágister en matemáticas de la Universidad de Illinois. Ha sido profesor de tiempo completo en el área de matemáticas en varias universidades del país, y por más de una década estuvo vinculado al departamento de Investigación Operativa de la empresa Coltejer. Es miembro fundador de Escépticos Colombia.
El profesor Vélez es autor de los siguientes libros: Álgebra abstracta, El hombre: herencia y conducta, Del big bang al Homo sapiens, Medicinas alternativas y Parasicología ¿realidad, ficción o fraude?