A diario los medios de comunicación publican gran cantidad de información en programas de diverso tipo: telenovelas, reality shows, magacines, talk shows y por supuesto noticieros. Si bien este comportamiento no es exclusivo de la televisión, todos estos elementos se dan con un mismo fin: aumentar la audiencia y con esto, incrementar la cantidad de anunciantes.
Obvio, los medios de comunicación, como empresas informativas, necesitan ser rentables. Para esto tratan con frecuencia temas que buscan impactar al público e incrementar la sintonía: sexo, violencia, tragedias espectaculares, dolor humano y por supuesto la pseudociencia. Sucede no solo con telenovelas y programas matutinos o sensacionalistas que promueven las prácticas adivinatorias como la astrología o la lectura del tarot, sino que cada vez con más frecuencia, vemos estos temas en noticieros y programas que deberían ser calificados como serios.
La situación empeora cuando estos personajes aparecen en los noticieros, programas periodísticos que deberían buscar la verdad por encima de todo. Es así como al finalizar o comenzar un año son publicadas las mil y un predicciones realizadas por cuanto adivino hay.
Añádales rituales, supersticiones y pócimas para los malos espíritus y traer la prosperidad económica, la armonía y el amor en el año nuevo. Finalmente acompañe esta combinación con la sonrisa de la presentadora de la sección de farándula y con seguridad ha obtenido la receta para aumentar varios puntos en el rating.
Algunos podrían considerar que esto no es un problema grave pues siendo la sección light del noticiero, pocas personas le dan importancia a lo que aparece en ella; no obstante, situaciones similares se presentan incluso en el “cuerpo”, por llamarlo de alguna manera, del noticiero.
Con mucha frecuencia, vemos historias de posesiones demoníacas, apariciones de la virgen María, Jesús o cualquier santo; falsas predicciones realizadas por antiguos profetas (ver por ej. “El mito de Nostradamus”), ovnis y extraterrestres, y la lista podría continuar. La publicación de tales noticias no tendría ningún problema si el periodista profundizara un poco en lugar de quedarse con la primera información que le dan los testigos de los hechos, personas que por las limitaciones que tiene para acceder a una buena educación, son susceptibles de creer en fenómenos paranormales y no tienen el ojo entrenado para detectar fraudes. En ningún caso se hace un análisis exhaustivo del suceso ni se habla con científicos y personas especializadas en el tema que podrían explicar de manera más lógica el fenómeno. Todo esto por una razón muy simple: es mucho más espectacular mostrar las convulsiones de una persona “poseída” que el testimonio de un neurólogo hablando sobre la epilepsia o un psiquiatra hablando sobre trastornos mentales. Lo primero vende, lo segundo hace que el televidente cambie de canal.
La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, en su resolución 1003 de 1993 sobre la ética en el periodismo, propone entre otros, el siguiente principio para el ejercicio de la profesión:
“La difusión de las noticias se debe basar en la verdad, asegurada por los medios apropiados de verificación y prueba, y la imparcialidad en la presentación, la descripción y la narración. Los rumores no se deben confundir con noticias. Los títulos y resúmenes de las noticias deben reflejar tan cerca como sea posible la sustancia de los hechos y de los datos presentados”.1
Pero los medios prefieren darle importancia al dinero en lugar de a la verdad.
Por desgracia, el bajo nivel de educación del colombiano promedio (incluso del latinoamericano promedio) no le ofrece los conocimientos necesarios para entender la explicación racional de ciertos fenómenos. Es entonces cuando se opta por darle de credibilidad casi absoluta a los contenidos publicados por los programas televisivos.
Siendo la obesidad, por ejemplo, una enfermedad que causa gran cantidad de muertes anualmente, ¿Qué razones tiene la comunidad científica para no avalar estos productos? Si en realidad hacen los milagros que dicen hacer, ¿Por qué continúan los científicos alrededor del mundo haciendo investigaciones costosas que buscan soluciones para esta enfermedad?
La situación empeora cuando los medios masivos de comunicación, además de publicar información falsa o carente de investigación seria, promueven y alientan testimonios o comportamientos ridículos. El cine es un maestro para hacerlo; con frecuencia se exhiben películas de extraterrestres, monstruos, exorcismos, apariciones, etc. En general, la gente es bastante susceptible a este tipo de relatos y tras la proyección de estos filmes se presenta un inusitado aumento de testigos de fenómenos paranormales.
En este caso es inevitable hablar del incremento en el número de avistamientos y abducciones por extraterrestres, denunciados después de la proyección de la película “The UFO incident” que se basó en la historia contada por Betty y Barney Hill, quienes fueron supuestamente secuestrados por extraterrestres en la década de los 60 y cuyo testimonio, respaldado por varias organizaciones que investigan el fenómeno ovni, generó una oleada de avistamientos y testimonios de secuestros sin precedentes. Son reconocidas las historias, aceptadas por creyentes en los ovnis, de la señora Sandra Larson, David Stephens o Travis Walton, quienes afirmaron haber sido secuestrados por alienígenas después de ver la película de los Hill. Todos estos relatos tienen detalles que no solo hacen dudar de su veracidad, sino que los relacionan inevitablemente con el filme.
Naturalmente, el cine no fue creado para educar sino para entretener. Sin embargo, es triste que debido a la combinación de educación deficiente y medios de comunicación sensacionalistas, personas con un gran afán por lograr reconocimiento y fama momentánea, los obtengan con testimonios que se fundamentan en situaciones carentes del análisis y rigor científico que permitan pensar en ellas con seriedad. ¿Por qué no darles ese reconocimiento a personas dedicadas al arte, la literatura, las ciencias o el deporte? Personas que han alcanzado logros importantes con sacrificio, esfuerzo y disciplina, cualidades de las que probablemente carezcan quienes rechazan las explicaciones lógicas y científicas de ciertos fenómenos y buscan a cualquier precio sus 15 minutos de fama.
Ciencia, periodismo y democracia
A través de su historia, la humanidad ha conocido diversas formas de gobierno, desde los primeros patriarcados, teocracias, monarquías, dictaduras hasta la democracia moderna. Esta forma de gobierno, literalmente “gobierno del pueblo”, se fundamenta en el diálogo y la discusión para llegar a acuerdos.
A pesar de sus falencias es lo mejor que tenemos pues está construida para que a través del conocimiento – que dan las ciencias llámense exactas, naturales o sociales -, el diálogo y el debate, se protejan los derechos de los ciudadanos por encima de los derechos particulares de unos pocos. No obstante, para llegar a este ideal, es necesario que las personas piensen por sí mismas, tengan información suficiente, amplia e imparcial, producto del estudio cuidadoso, la investigación y el análisis.
La ignorancia y la poca capacidad de análisis son problemas graves que debilitan la democracia. En los países subdesarrollados los medios de comunicación no promueven conductas que obliguen a los ciudadanos a pensar en la clase de gobierno que tienen y en las herramientas que les da la democracia para hacer que sus gobernantes realmente representen y defiendan sus intereses.
Carl Sagan en el último capítulo de su libro “El mundo y sus demonios” habla extensamente sobre la relación entre la ciencia y la democracia. Hace énfasis en la importancia que tiene que los ciudadanos sean personas educadas con habilidades para la argumentación y la discusión, y de la misma forma sean capaces de hacer preguntas de tal manera que sus ideas sean libres y propias, no impuestas por otros:
“Prometo cuestionar todo lo que me digan mis líderes (…)
Prometo usar mis facultades críticas.
Prometo utilizar mi independencia de pensamiento.
Prometo educarme para poder hacer mi propia valoración."2
Cuando los medios de comunicación transmiten información incompleta y sin análisis, con la que promueven comportamientos que van en contra de la ciencia y la investigación como bases fundamentales para alcanzar el conocimiento no solo atentan al principio fundamental del periodismo, la verdad, sino que van en contravía de la mejor forma de gobierno que conocemos hasta ahora, en la que, al menos en teoría, valen más los buenos argumentos que la represión de las ideas.
Estamos en la era de la ciencia. En el último siglo el hombre hizo más descubrimientos y avanzó tecnológicamente más que en toda su historia. ¿Cómo es posible entonces que los medios de comunicación den la espalda a la ciencia que les dio origen y publiquen historias insulsas sobre sucesos sin fundamentos científicos? Con esto, no solo nos están devolviendo al tiempo en que nuestros antepasados miraban el firmamento con miedo de los dioses que creaban porque no entendían su entorno, sino que se han olvidado de los miles de años de evolución que nos han llevado desde las teocracias antiguas a la democracia moderna, que nos han hecho capaces de pensar y de entender, que nos ha convertido en hombres que saben.
Referencias
[1]. Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. Resolución 1003 de 1993, Sobre la ética en el Periodismo. [Artículo en Internet] [Consulta agosto 1 de 2006] disponible en:
http://assembly.coe.int/documents/adoptedtext/ta93/ERES1003.HTM
[2]. SAGAN, Carl. El mundo y sus demonios: la ciencia como una luz en la oscuridad. Bogotá. Editorial Planeta. 2005. 493p